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Recordando a VĂ©ra Na bokov ...
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OpiniĂłn
TRIBUNA ABIERTA
[Recordando a VĂ©ra Nabokov]
Rafael de la Fuente
Ăšltima actualizaciĂłn 28/10/2009@00:49:40 GMT+1
Uno de los escritores más importantes del siglo pasado, Vladimir Nabokov, no lo dudĂł. Su mujer, VĂ©ra, tampoco. Desde 1961 el Montreux Palace serĂa su casa.
El hotel, visto desde el lago Lemán es una belleza. Tanto por el entorno, por su arquitectura neo-clásica, como por los famosos toldos amarillos que protegen sus ventanas. A pesar de que Montreux es el Ăşnico lugar del lago Lemán que tiene la mala suerte de tener que soportar un monstruoso bloque de apartamentos en la misma orilla del lago, no muy lejos del hotel. De todas formas, Ă©sta es la Ăşnica muestra de la barbarie de la arquitectura del siglo XX que nos encontraremos en los 73 kilĂłmetros que hay entre los dos extremos del lago Lemán. Pero es obvio que ese edificio hubiera estado mejor en otro lugar, donde esos horrores son hoy en dĂa la regla y no la excepciĂłn.
Durante dĂ©cadas, la pasiĂłn de los Nabokov por su hotel fue en aumento. Sobre todo desde que decidieron trasladarse a una “suite” de habitaciones en la sexta planta. Esta serĂa hasta el final de sus dĂas su hogar, con vistas esplĂ©ndidas sobre el lago y las montañas vecinas. Sin olvidar que al alcance de un toque de timbre tenĂan a su disposiciĂłn el legendario servicio de uno de los grandes hoteles suizos. Por cierto. Suiza fue para los Nabokov algo más que un paĂs bellĂsimo, limpio y ordenado. Les tranquilizaba vivir en un lugar donde los que gobernaban no eran ni sus enemigos, ni tampoco unos peligrosos fanáticos o unos carteristas desalmados. Lo agradecĂan.
No en vano habĂan tenido que atravesar uno de los siglos más turbulentos de la historia de la humanidad. Me lo contaba hace algunos años el director del Montreux Palace, Alfred Frei, un enamorado de Marbella. Mientras cenábamos en una noche de verano junto a nuestras esposas en La Fonda, en la plaza del Santo Cristo. Esa plaza de nuestra ciudad, presidida por una maravillosa iglesia de la segunda mitad del siglo XVI, es una de las joyas de la arquitectura popular andaluza.
Además, como decĂa mi amigo, hay muy pocos lugares en el mundo donde puedes tomar una sopa de pescado en la que de vez en cuando te caen las flores de un jazmĂn inmenso que hacĂa de dosel en el patio.
El genio mĂşltiple que fue Vladimir Nabokov (escritor en estado de gracia constante en inglĂ©s y en ruso, además de ser un notabilĂsimo entomĂłlogo) tuvo la suerte de tener un biĂłgrafo a su altura: el profesor Brian Boyd. Nos relata Ă©ste que VĂ©ra Nabokov le habĂa dicho que la mencionara lo menos posible en la biografĂa, ya que su marido “tuvo el buen gusto de dejarme siempre fuera de sus libros.” Nunca quiso aparecer en los textos prodigiosos del escritor.
Aunque ella hubiese sido fundamental en la vida y en la obra literaria de Vladimir Nabokov. Entre otras cosas, por haber salvado de las llamas a manuscritos que su marido intentĂł destruir. Esas obras son ahora patrimonio de la literatura universal. En aquel barrio elegante del San Petersburgo de principios del siglo XX, donde la familia Nabokov tenĂa su casa en el 47 de la calle Morskaya, tambiĂ©n vivĂa la familia Slonim. VĂ©ra, la segunda de las hijas no conociĂł entonces al joven Vladimir. Su padre, Evsey Slonim, habĂa sido uno de los grandes abogados de la ciudad.
Cuando entrĂł en vigor una ley zarista que prohibĂa ejercer la abogacĂa a los judĂos, se negĂł a dejar su religiĂłn. La revoluciĂłn rusa, la guerra civil y el exilio de ambas familias hicieron finalmente posible que sus caminos se cruzaran en BerlĂn. AllĂ se casaron el 15 de abril de 1925. La llegada de Hitler al poder les obligĂł a emigrar a Francia. Y de allĂ a los Estados Unidos.
Regresaron años despuĂ©s a Europa. Y se quedaron en Suiza. Le comentĂ© a mi amigo Afred Frei, que tendrĂamos que conseguir que VĂ©ra Nabokov, ya viuda, viniera a Marbella. Para sentarse a cenar bajo el jazmĂn de La Fonda. Mi buen amigo, el hotelero suizo, lo hubiera conseguido. No pudo ser. VĂ©ra Nabokov falleciĂł el 7 de abril de 1991. Sus cenizas reposan junto a las de su marido a 700 metros escasos del Montreux Palace.
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